jueves, diciembre 14, 2006

Chop Suey_ por Begoña




-.¡Es la modelo italiana que apareció en la portada del Harper’s magazine el mes pasado! Insistió Shin Jian mientras Chloe le respondía paciente:
-.Eso ya lo has dicho antes Shin, ahora háblame de ti y dame una respuesta.
Las dos jóvenes parecían amigas, aunque la caucásica no había estado antes en el local. La señorita Jian era la sobrina del dueño del Chop Suey, uno de los restaurantes más conocidos en Chinatown.
_.Ahora no puedo hablar, mi primo no nos quita ojo.
Chloe que empezaba a impacientarse le inquirió:
_.¿Puedes explicarme entonces, porqué hemos quedado aquí, si eso va a limitar nuestra charla?. Hace mucho que no nos vemos Shin, te echo de menos y me gustaría que te vinieses una temporada a Santa María con mi madre y conmigo.
_.Mi familia me vigila desde que Mao y yo no vivimos juntos. Susurró Shin. Y en tono normal añadió: Estoy segura Chloe, es ella, la italiana, la que está casada con un noble europeo. Le acompaña un hombre mucho mas feo que su marido y que además fuma!
_. ¡Tenemos 26 años! ¿qué pinta tu familia en todo esto? No necesitas estar ligada a un hombre para ser independiente. Tus padres llevan 28 años en América y no han aprendido nada.
Shin pidió a Chloe que callara, sus palabras le ponían nerviosa, temía que alguien pudiese oírla.
_. Acaba el té Chloe, nos vamos de aquí y seguimos hablando en otro lugar. Y añadió: ¿Has dicho que tu madre sigue en Santa María?, creí que compartía un piso en la ciudad con otras como ella.
Chloe le interrumpió sin compasión:
_.¿Que has querido decir con eso? No consiento que te expreses así cuando hables de mi madre. Que por cierto, a pesar de su enfermedad tiene las cosas mucho más claras que tú, y además ella posee una familia que la comprende. Que no es tu caso.
_. ¡Tranquila chica!, no tengo nada contra ella, es sólo que no sabía cómo decirlo…
_. Pues se dice como es (la interrumpió Chloe), si vive o no con otras mujeres en un piso. Porque mi madre tiene dificultades, por supuesto, pero también tu y yo y la modelo que está a mi espalda, y su marido y el tipo que está frente a ella, y tu tío, tus padres y tus primos. Todos tenemos dificultades Shin. Por cierto, no te vuelvas, pero Mao acaba de entrar y lleva una katana en la mano.

Chop Suey_por Teresa


Son iguales.
- No; se parecen. Siempre se sientan en el mismo sitio, aunque hace unas semanas que no venían.
- Mira como hablan, deben de ser amigas.
- O simples confidentes.
- Ya, de las que se casan y necesitan su espacio.
- ¿ Para qué?
- Para ser ellas mismas sin perder de vista lo que siempre han sido “mujeres, niñas”. Son raras.
- Como nosotros.
- Hablas como si las conocieras.
- Mira, la de la izquierda, la que tiene las manos debajo de la mesa ¡ya se lo ha dicho!
- Pues no parecen contentas.
- Se va a casar conmigo.
- No me digas más. Atiendo yo la otra mesa.


Chop Suey_ por Nadine


Hacía ya quince años que no se veían. La última vez Melania tenía ocho años y David, nueve. Ninguno de los dos pudo olvidar aquella relación, ni aquel día en el que tuvieron que separarse.
Estaban de novios desde que ella tenía seis años. Quizás a esa edad ni siquiera entendían lo que aquella palabra significaba, pero había algo, un lazo, que parecía haber existido sólo para unirlos; un amor tan infantil que hasta causaba gracia. Melania y David se conocieron por medio de sus padres ya que éstos eran muy amigos. Ambas familias, que a su vez eran vecinas, se visitaban mutuamente, y los pequeños, como recientes adolescentes, se perdían de la mano en busca de alguna aventura. Pero el destino terminó por separarlos cuando los padres de David, por motivos laborales, decidieron viajar a Europa. Los niños no fueron informados hasta el último día, por lo cual el último paseo, que tantas cosas había dejado, entre ellas nada más y nada menos que el primer beso, no fue tomado como una despedida.
Siempre quedó en el recuerdo de Melania aquel primer amor, como en el común sucede, pero en ese momento, mientras untaba el queso en la tostada y apuraba insistentemente el agua para el café, no imaginaba que recibiría aquella carta. La estampilla que indicaba que venía del exterior no la hizo dudar ni un instante. Y mientras el cartero, extrañado, se retiraba de la puerta, los ojos de Melania se llenaban de lágrimas que desembocaron en un llanto de emoción.
Ya olvidada del apuro, de que debía ir a la universidad, Melania reposó un instante en la silla normalizando su respiración antes de lograr abrir el sobre. Y cuando apenas comenzó a leer, una tímida sonrisa brotó de sus mejillas. Luego de unas líneas su voz se fue afianzando hasta desterrar por completo aquel susurro con el que había comenzado.
"…En una semana estaré de vuelta. Volveré para estudiar allí, y porque en verdad nunca quise irme. Me encantaría, Melania, que podamos volver a vernos. Yo no te he olvidado a pesar del tiempo transcurrido. Y tampoco olvidé aquel último día a tu lado…"
Y durante esa semana pudieron acordar de encontrarse en aquel lugar, en el último donde juntos habían estado, donde se vieron por última vez, en Chop Suey, tomando un helado.
Eran las cuatro de la tarde y Melania estaba lista hace rato, pero no se animaba a salir de su casa; volvía a arreglarse una y otra vez el peinado, luego la ropa, luego el maquillaje. No quería hacerlo esperar pero tampoco quería llegar antes. Finalmente, después de unos momentos, tomó su cartera y se dirigió al bar.
Allí estaba él, sentado en una mesa, moviendo las manos y golpeando el pie contra el suelo, totalmente ansioso y nervioso; y ella, que lo veía de medio perfil, no pudo evitar la sonrisa, que trató luego de contener para poder arrimarse.
Los ojos de David brillaban cada vez más, tratando de evitar el parpadeo, y Melania no pudo contener más aquella alegría contenida de volver a verlo. Ambos cayeron en un abrazo, y luego de ese momento, que no pudieron evitar, se sentaron enfrentados para poder verse mientras comenzaban a charlar.
Hacía ya mucho tiempo que no se veían y la verdad que había temas de los que hablar. Los minutos pasaban y ellos parecían no notarlo, su conversación comenzaba a tornarse cada vez más interesante, y cada vez más personal, y cada vez más sentimental…
- No lo puedo creer aún, a pesar de que nunca más te volví a ver, te imaginaba tal cual sos. Te conocía tanto que sabía cómo ibas a ser a medida que pasase el tiempo. Esos ojos miel, ese pelo rubio.
- Bueno, a mí me pasa lo mismo. Cuando te vi, de espaldas, supe que eras vos, como si con frecuencia visitara tu cuerpo.
- Y este lugar… te juro que extrañaba el país, pero este lugar… aquí estuvimos la última vez. Recuerdo que robamos unas monedas para venir a tomar un helado. Era pleno verano y el lugar colmaba de gente grande, pero a nosotros no nos importó. Nos sentamos en unos sillones bordo que había allí, en aquella punta, y finalizado el helado nos dimos nuestro primer beso. ¿Te acordás?
- ¡Cómo no me voy a acordar! Fue hermoso. Fue un beso hermoso, y un día hermoso. Pero al día siguiente vos te estabas yendo, y eso tampoco lo puedo olvidar. Ni siquiera me llamaste. Cuando por la tarde mi mamá me lo contó no pude dejar de llorar. Estuve triste mucho tiempo. Pero más triste me puso que no me hayas llamado el mismo día en el que te ibas.
- ¿Cómo iba a llamarte? Yo me enteré ese día, por la mañana, es cierto, pero yo también estaba triste. ¿Acaso pensás que es fácil que a los nueve años te digan tan fríamente, como lo hicieron mis padres, "hijo, ve a bañarte que en un rato nos iremos del país"? Pues yo también lloré, y también estuve mal mucho tiempo. No quería irme. Nunca quise irme…
- Sí, ya lo sé, pero no puedo tampoco negar lo que sufrí. Yo… te quería mucho.
- Yo te sigo queriendo.
- Yo estaba ilusionada y siempre pensaba que ibas a volver, pero nunca lo hacías. Siempre quería saber de vos, pero mis padres no me decían nada. Y ahí me convencí de que debía olvidarte. Y comencé a crecer, sin tener noticias tuyas, haciéndome creer a mí misma que me habías abandonado…
- ¿Y acaso me olvidaste? Melania, ¿lo hiciste? ¿Dejaste de quererme?
- No… no pude…
- ¿Entonces?
- Pero intenté hacerlo. Tenía que hacerlo. Y a pesar de que siempre te esperé, tuve que continuar con mi vida… No podía permanecer esperanzada con que algún día regresaras, y encima creyendo que vos también sentirías lo mismo por mí.
- ¡No lo puedo creer, Melania! Siempre fuiste igual. Nunca te importaron mis sentimientos, y sin embargo, yo seguía perdonándote, seguía olvidando todas aquellas cosas que me hacías porque te quería, nada tan simple como eso. Pero ahora me doy cuenta de que nunca te importé…
- ¿Cómo podés decir una cosa así, David? ¿Cómo no me van a importar…
- ¿Mis sentimientos? Nunca te importaron. Mientras estabas conmigo, salías a jugar con el otro, con Pedro, sin siquiera pensar en lo que pasaría si yo te vería con él. Pues te vi. Te vi una tarde paseando por la calle Arenales con ese de la mano. Tampoco de aquel episodio pude olvidarme, de aquellas sonrisas tan grandes a las que nada les importaba.
- ¡Era mi amigo!
- ¡Ves! Siempre me decías lo mismo. Y ahora sos igual. Seguís siendo la misma niña que puede lograr cual cosa se proponga con esos ojos hermosos, con esa voz tan suave.
- Y vos siempre fuiste así de cruel, como ahora, cuando me dices que soy una niña. ¿Acaso te pensás que me olvido lo inhumano que eras cuando me conociste, todas aquellas palabras hirientes que me decías, y que luego cuando yo le contaba a mis padres, no me creían? ¿Yo me puedo olvidar de tu maltrato? ¿Yo sí tengo que olvidarme de aquellas cosas para que la única víctima de nuestro amor seas vos? No, David. Yo también sufrí. Yo también llevo guardadas en el pecho tantas cosas que nunca pude decirte.
- Ya me las dijiste.
- Vos también necesitabas hacerlo.
- Después de tantos años.
- Después de tanto tiempo.
- Y ya que ninguno de los dos pudo olvidar, ¿por qué no lo hacemos juntos? ¿Por qué no intentamos empezar de cero los dos?
- Porque ya es tarde. ¿No te das cuenta que de chicos nos separaron brutalmente y quedó en nosotros una historia totalmente inconclusa? ¿No te das cuenta de que durante quince años llevamos dentro guardadas millones de emociones que nunca pudieron salir a la luz? ¿No te das cuenta acaso de que este encuentro no fue más que para concluir aquel capítulo abierto que entre nosotros quedó merodeando?
David, con su cabeza gacha, tomó sus cosas, y dejando algo de dinero en la mesa, se levantó del lugar. – Vine hasta aquí por vos, Melania. Vine por vos.
- Y aquí yo te esperé, David. Siempre te esperé.- David se retiró y Melania quedó sentada, en su lugar, inmóvil.
Un señor que se encontraba en una mesa detrás de ellos, luego de haber pagado su cuenta, se levantó del lugar, miró de reojo a Melania, y se fue.

sábado, junio 03, 2006

Chop Suey


Chop Suey es un óleo sobre tela de 1929 y que pertenece a una colección particular.
En este enlace podreis ver el cuadro con más precisión, no dejeis de pinchar aquí. Vale la pena.

Será nuestro próximo reto.


Os invitamos de nuevo, a hacer algún comentario a nuestros relatos. Adoramos la crítica y aunque nos enfademos si nos decís algo negativo....no lo vais a notar!

miércoles, mayo 24, 2006

Nighthawks_por Teresa

Todas las noches Sam apoyado en la barra del bar, espera a que le llegue el sueño. En el “Phillies” es donde termina la jornada. Durante el día es la cafetería más concurrida de toda la ciudad. Allí se mezclan ejecutivos, prestamistas y señoras que se pegan a los cristales para ser vistas. Y sin embargo de noche, en el “Phillies” solo quedan restos de los aromas de afeites y algún vaso manchado de carmín. A Sam le gusta ensimismarse con el vaso frío entre las manos. A esas horas el camarero, un chico rubio con acento extranjero, acepta su compañía y de vez en cuando le mira. Como no hay clientela con la que practicar inglés, aprovecha para ir limpiando. “Seguro que en casa le espera un plato caliente”, piensa Sam. Todavía no se acostumbra a la estrechez de la americana, a la rigidez de los zapatos. Prefiere el uniforme de hombre de campo. Poder mirar al cielo sin que se le caiga el sombrero. Y sobre todo la comida humeante y sabrosa. Pero allí sentado y con el traje oscuro ceñido, siente que el éxito llegará. Lo ve reflejado en el vaso, lo siente en la espalda que da a la calle vacía.
Cuando la pareja entró en el bar, se apostaron en la otra esquina, frente al camarero. Sam sólo tuvo ojos para la mujer. En su pueblo pensó:” no se veían mujeres así: guapas, altivas, indiferentes”. Mientras el hombre hacía preguntas al camarero, ella reparó en Sam y éste se replegó en el taburete. Le llegó el frío de la mirada, sintió su desdén, y no pudo evitar estremecerse. Le ocurre lo mismo cuando llama a un timbre tras otro y no consigue una venta. Él, que se trasladó a la ciudad para vivir mejor, trabajar menos y ganar más dinero, anda todo el día estremecido. Y hoy, hasta de noche.
Se queda observándola fijo, mientras el acompañante pregunta al camarero tanto como un policía. Aunque no parece incomodar al rubio que pronuncia la palabra “apuestas” con falsa inocencia. La mujer mira sus uñas rojas. Sam ojea al hombre y piensa “ tendría las de perder con un tipo así, delgado, nariz aguileña y ojos pequeños. Seguro que dispone de un puño rápido.”
Vuelve a ella y en el éxtasis advierte que una sombra le borra la panorámica Unos labios finos le hablan bajito mientras un mentón cuadrado apunta hacia su nariz. Cerca, muy cerca.
Atisba que la mujer está sola.
Le pesa el aliento del hombre al susurrarle tan cerca. Sam se agarra a la barra para distanciarse. El otro saca el arma. La mujer sigue en su sitio. El camarero friega. Sam se desploma.
Por la mañana las pisadas de la clientela no dejarán ni rastro.


Nighthawks_por Enric
Me enterado de que va preguntando a todo el mundo sobre las fotos de Juan Linaza y de Santiago Boro. ¿Le interesan? ¿Que coño quiere saber? No me venga con historias, " la tensión formal", " una propuesta inquietante". ¡Mierda de articulo, mierda de palabras¡ No sabe nada, no saben nada, no quieren saber nada.
Caro que les enseñe, yo era el único que sabia algo de Ansell Adams y del sistema de zonas, pero eso tampoco importa. Claro que dominan la luz, y la sombra y el encuadre y su puta madre. Les enseñe yo, no me ha oído.
Usted esta tan ciego como todos los demás. Tengo la boca muy seca, siempre muy seca, pida otro tequila.
Había que romper, ¡ Abajo la Galería y la Obra y el Autor, y la Academia y la Cátedra¡ ¡ lo que debería ser Arte es la vida¡ Lo gritábamos, lo escribíamos, bueno lo escribía yo, ellos nunca escribieron nada, para qué. Sólo se movían y fotografiaban y …que se yo.
La conozco bien la foto, dedicada a mí, exclusivamente para mí, ejercicio de final de Taller de Fotografía, los muy cabrones. Regalo de despedida y con dedicatoria. Nighthawks, Halcones de la Noche, rodeando a Sara, a mi Sara. La cámara fija, secuencia automática y los dos con sombrero

sábado, mayo 20, 2006

Nighthawks_por Begoña

"Es una puta" pensé mientras les servía los cafés.
Quería a Betty desde siempre, nos conocíamos desde niños, y cuando Betty emigró a America, no tardé ni un año en seguir sus pasos.
Sabía que no tenia nada que hacer con ella. Elizabeth no me quiere como se quiere a un hombre.
Me enfurecía verla entrar en el Phillies cada noche tras la sesión. En realidad, lo que me crispaba era verla siempre con un hombre distinto.
_ Son amigos Darren_ , decía Betty.
Comecuerpos y consumealmas, les llamaba yo.
Esta vez pensé que era distinto. Llevaba una semana viniendo con el mismo tipo. A mi no me gustaba el, tenía un aire oscuro y evitaba conversar.
Pero, ahora no me cabe duda: Es una puta. He visto cómo cogía el fajo de billetes que le ha dado ese cerdo.
Betty trabaja en el Royal Cinema, es acomodadora y aunque su sueldo no es el de una actriz, no debería aceptar dinero de un hombre a menos que éste sea irlandés. Desde luego, el tal Michael, no es irlandés, dice que vive en Salisbury y yo creo que miente mas que habla.
Betty ha dicho que Michael se va mañana. ¡ya!, seguro que se da el piro.
Antes le oí hablar por teléfono, la cabina está pegada al almacén. Hablaba con una mujer. Lo cierto es que no se mostró muy cariñoso, pero era una mujer. Estoy seguro porque oí cómo la llamaba Violet.


Nighthawks_por Beatriz
La señorita Amalia esta incomoda, se mira las uñas casi con desdén. El tipo que la acompaña parece incómodo ante ella Hará un año que empezó a venir los jueves al caer la tarde, pasaron meses hasta que supimos su nombre. En invierno, los jueves por la noche, solos los tres, uno en cada extremo de la barra, formábamos un imaginario, chocante e invisible triángulo. Una de esas noches, al final de Enero, con el estomago vacío, las cuatro o cinco ginebras que tomé se habían incorporado a mi sangre al instante, debí comentar en tono alto el curioso triángulo que formábamos. Ella sonrió delicadamente y comentó algo sobre que los triángulos ocasionales eran los mejores. Anselmo aprovechó la ocasión para preguntarle tímidamente su nombre. Ella dijo con voz suave y firme: -Me llamo Amalia, satisfaré la curiosidad que les adivino, soy la dueña del teatro de enfrente, lo heredé hace dos años. Voy al cine todos los jueves a la última sesión, es una promesa y si no son ustedes incómodos entrometidos continuaré viniendo los jueves a tomar una copa antes de dormir. Por favor una lima con vodka y la cuenta. Seguramente ella ignora hasta que punto su presencia los jueves nos condiciona a Anselmo y a mi el resto de la semana. Durante meses no mantuvimos ninguna conversación, nunca hablamos de ella, ni de nada la verdad. Una fría noche de sábado, Anselmo apagó las luces a la hora que manda la ley Seca, sacó aguardiente y cacahuetes, a las 3 de la mañana abrimos la segunda botella de licor, para entonces habíamos alcanzado un nivel de fraternidad elevado Anselmo, la nombró con tal reverencia en el tono, que al oírle pronunciar su nombre despertó en mi una envidia intima, antigua. -Amalia, es un nombre musical -Es preciosa ¿no crees?. -No te hagas ilusiones. Solo la podemos soñar, una mujer con esa cara y sobre todo con ese nombre,¡ Señorita Amalia!, no se mira a unos mediocres como nosotros Si, algo impertinente el acompañante de la señorita Amalia. Pide otra copa con la exigencia y el mando de un duque; elegiste mal camino con ella amigo. Terminaré de aclarar las copas antes de servirle, seguro que la señorita apreciará el detalle y quiero saber si él se impacienta. Disfruto esta complicidad inocentemente malévola y nunca hablada. Ella viene todos los jueves a la salida de la última sesión del cine. Debe vivir cerca. No cuenta nada de su vida comprendida entre el Domingo y el Jueves a las once. Inesperadamente viene algún viernes. En los dos últimos años no ha dejado de venir ningún Jueves; se sienta junto a los grifos de refrescos, dice que la protegen y arropan por la izquierda, añade que si la ocasión lo requiere, le sirven de espejo para retocarse el maquillaje. Nunca la he visto hacerlo. La señorita Amalia no lleva maquillaje, apenas un toque rojo en los labios, Se acaricia el pelo, y se mira indolente las uñas, el tipo es un pelmazo, aunque a ella no parece molestarle. Si pide otro bourbon le serviré el que destila mi primo en la bodega y a la señorita otra Lima con Vodka suavecito de Vodka. ¡Igual te apuntas 1000 puntos esta noche, Anselmo.! Mil puntos en la cuenta de la nada, del infinito, de la esperanza del soñador. Eres un inope soñador que ama y fantasea lo que solo existe en tu imaginación, eres un selenita atraído por el sol que lo puede calcinar. ¡Ay, Anselmo, eres el camarero del Phillies! -Enseguida le sirvo su bourbon especial, caballero. ¿la señorita tomará algo? -Su Lima, señorita, su bourbón, caballero. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------
No pienso dejarle la casa de la playa a este inútil ocioso, la última vez tuve que cambiar el mobiliario de un dormitorio, de parte de la sala, reponer la ropa de cama y las toallas que “desaparecieron”, por no hablar de la limpieza Le aguanto cinco minutos más con sus morritos de caprichoso ofendido, le doy 100 pavos y le digo que se vaya a cenar, que invito yo, pero que de la casa de la playa nada. Me ha molestado que viniera a la salida del cine, me incomoda que haya venido al Phillies, a mi territorio de sueños de los jueves. Pido una lima e imagino que el interesante hombre del sombrero me invita e intenta cortejarme, me acerco a él y me acomodo en una banqueta próxima a la suya. En mi ensoñación detecto deseo y atracción en su mirada, en su respiración, lascivia en sus ojos; descalzo mi pie y lo introduzco en la pernera de su pantalón, busco el final del calcetín y acaricio su pierna con mi pié. Otros días fantaseo con Anselmo, su calva me atrae de una forma algo animal, me resulta tan varonil, imagino su cuerpo enjuto y con abundante vello, ahhhhh, los sueños. -Bien Jose-Félix, deja de poner morritos, no se como te atreves a pedirme la casa, ni a mirarme a la cara, tener un hermano inútil no entraba en mis planes. De la casa nada de nada, como mucho te doy 100 pavos si te largas inmediatamente a cenar o a lo que sea y tardas un año o más en volver. Anselmo, por favor, una lima con vodka, el caballero no tomará nada, tiene prisa, gracias

domingo, febrero 19, 2006

Nighthawks












Este cuadro, será nuestro siguiente cometido. No es fácil por cuánto se ha escrito y hablado sobre el. Os remito a un estracto del libro "Sister Wendy's American Masterpieces", que podreis leer en el vínculo siguiente:http://www.artchive.com/artchive/H/hopper/nighthwk.jpg.html
Ah! y recordad que si clicais sobre la imagen, podreis verla ampliada.

viernes, febrero 10, 2006

Compartment C, Car 293_por Begoña



¿Es usted Violet Stevenson?, le preguntó el empleado de telégrafos que había llamado a su puerta. "Le traigo un telegrama del Sanatorio mental del condado de Somerset".
Violet asintió con la cabeza, y firmó el recibo cómo una autómata, sonrió al empleado y cerró la puerta. Apoyó su espalda en ella mientras leía: "Lamentamos comunicar fallecimiento de su hermano Robert Douglas, mañana se oficiará funeral en Sanatorio de Crisfield a las 12."
Violet, buscó asiento en una de las sillas del recibidor, mientras todo en su interior buscaba una respuesta en su pasado. Ella no tenía hermanos. Sus padres habían muerto en un accidente cuatro meses antes, y había vivido en Easton con ellos hasta que se casó, hace de eso seis años. Ella no tenía hermanos,se repetía, nadie le había dicho que los tuviese. Entonces: ¿Quién era Robert?. Los recuerdos se agolpaban en su cabeza, desechaba unos, escudriñaba en otros, a un ritmo vertiginoso que acompasaba su corazón, cuando algo la hizo saltar: ¡Bob!, se oía a si misma llamándole cuando era niña: ¡Bob!. Un chico rubio y desgarbado reía con ella mientras jugaban al escondite. No recordaba más. Douglas era su apellido de soltera y parecía lógico pensar que Robert era su hermano. Pero: ¿Por qué sus padres se lo habían ocultado?, ¿Era acaso porque Bob estaba enfermo?.
Iría al funeral, a cumplir con un deber y a recuperar esa parte de su vida, que sus padres, en un ejercicio equivocado de paternidad, le habían negado.
Tomaría el tren hasta Salisbury y allí enlazaría con el que va hasta Crisfield. Calculó que el viaje le llevaría alrededor de cuatro horas.
Michael, su marido, había ido a ver a su familia al sur, ella no le había acompañado, el médico se lo había desaconsejado por su estado, "Un viaje demasiado largo, para un embarazo de tan pocas semanas", había dicho. Estaba embarazada de 15 semanas, iba a ser su primer hijo y los dos lo esperaban con ilusión.
Violet, por un momento pensó, en si Michael aprobaría que ella ahora viajase todo el día, para ir al funeral de un desconocido, aunque éste fuese su hermano.
Las horas que pasó en el Sanatorio fueron reveladoras, inquietantes y sobre todo muy tristes. En Crisfield, descubrió que Robert era apenas un muchacho cuando sus padres le llevaron allí, entonces no sabían qué le pasaba. Se encerraba en la habitación, hablaba con voces que no eran la suya, se negaba a comer porque decía que su madre le envenenaba. El Juez Dolan, les aconsejó que lo encerraran en un sanatorio de otro condado.
"Todos vivirán más tranquilos" les había dicho.
El director del centro le explicó a Violet, que su hermano ingresó allí con motivo de un brote psicótico, que tras dos años de estancia, les dijo a sus padres que podían llevárselo de nuevo, que le iría bien trabajar y estar con su familia, pero al parecer ellos tuvieron miedo o vergüenza o cualquier otro sentimiento inútil que les impidió hacer lo correcto. Mientras el director hablaba, las lágrimas de Violet, corrían por sus mejillas para mojar la tierra bajo la que descansaba su hermano: "Bob", gimió.
De nuevo en el tren, ya de vuelta a casa, sola en el compartimento repasa los documentos que le entregaron en el sanatorio. Le dieron también el diario de su hermano. Lo abrió por el final: "……… hace tres años que no veo a mamá, aunque el enfermero dice que hace solo cuatro meses, por eso me voy a buscarla, atravesaré el túnel que hace el cuchillo…". Lo cerró de golpe, todavía no estaba preparada para leerlo. Violet se acarició el vientre y supo que se llamaría Bob.


Compartment C, car 293 por Enric
Es Mechita, claro que la conocí o creí conocerla. Estuvimos años juntos, en realidad pocos meses, pero años.
Largas cartas y filas de monedas en teléfonos públicos, ( recuerdo el instante en el que el teléfono se tragaba la última moneda).
Hay muchas formas de explicar nuestra historia, la que se me ocurre hoy es que pasé de escribir versos cursis – "… la noche espera fuera vestida de estrellas "- a otros que querían no serlo – " soy un agujero, soy mi muerte en la noche insomne de los ciegos"-. Después ya no escribí más.
Hubo más cosas, muchísimas más cosas pero ya me he contado la historia y la he contado y está bien así.
Supe tiempo antes qué pasaría. Fue cómo esos viajes en que todo tiene sentido y después se te olvida, y recuerdas que tenías respuestas pero no sabes cuales eran. Ni tampoco las preguntas.
En esa ocasión no se me olvidó, y supe que la telaraña que habíamos tejido que nos colocaba ni demasiado cerca ni demasiado lejos, se rompería. Ella la rompería.
Supe qué pasaría pero no como pasaría. En eso me sorprendió.
Me dolió más a mí. Tal vez había fabricado más tela de araña.
Se quién hizo la foto, Santiago Boro. También se como empezó. Santiago mirando por el ojo de la cerradura mientras Mechita se duchaba



Compartment C, Car 293_por Beatriz
No iba a mirar atrás ni un segundo. Afortunadamente el compartimento estaba vacío y pudo sentarse de espaldas al pueblo.
Atardecer de Otoño, seguramente los rojos y anaranjados rayos del sol declinante estaban cayendo por detrás del Puente Viejo.
Recordaría esas bellas puestas de sol esos rojos cálidos, que contrastan con las algodonosas nubes teñidas de gris por el ocaso. Del pueblo solo recordaría sus cielos y la alameda del río en otoño
Los ejercicios espirituales en el convento de clausura le habían sentado tan bien como el luto, tan bien, como le estaba sentando su incipiente y viuda independencia.
Le había atraído la idea de ser viuda desde el día mismo en que se casó, pronto haría dos años. En poco tiempo esa idea se convirtió en imperante necesidad de ser viuda...y libre.
Cuando Anselmo, el rico y rudo terrateniente del pueblo, la esperó aquella tarde a que saliera de la modista y le habló no se fue con rodeos, le dijo que si quería casarse con él al mes siguiente.
Así, sin preámbulos, sin amor, sin conocerse y ella contestó inmediatamente que si.
Él, ya era viudo dos veces. De sus esposas anteriores. una había muerto al avanzar su embarazo y la siguiente en el parto.
Casi le triplicaba la edad y sabía que él buscaba en ella un heredero, una paridora.
El Señor había sido benévolo y durante el primer año no se quedó embarazada.
Al final del verano Anselmo se resfrió, en Octubre dejó de fumar porque respiraba con dificultad y su obsesión por dejarla embarazada tuvo que ceder ante la debilidad física que padecía.
Entonces el Señor le abrió los ojos, una tarde en la finca merendaron con los peones bajo el eucalipto, al atardecer tuvieron que traer al médico, Anselmo se ahogaba.
Se recuperó.
Ella fue haciendo bolsitas de tela que rellenaba con hojas de eucalipto y metía en el armario entre las sabanas para perfumarlas.
Cuando tuvo la certeza que el aroma del eucalipto podía ahogar a Anselmo, dio gracias a Dios y prometió hacer unos ejercicios espirituales en cuanto él falleciera
El domingo preparó una espléndida comida que él regó con abundante vino y remató con dos copas de coñac.
Supo que ese era el momento, él se acostó para la siesta en el sofá y ella puso a hervir agua en todas las cazuelas con un generoso puñado de hojas de eucalipto en cada una.
Cerró todas las puertas de la casa salvo la que comunica la cocina con el salón.
Preparó el pequeño infiernillo eléctrico detrás del sofá a la altura de su cabeza.
Los ronquidos iban siendo cada vez más dificultosos.
Echó dos o tres puñados de hoja de eucalipto más, en la olla más grande y la dejó sobre el infiernillo eléctrico a su máxima potencia.
Anselmo abrió los ojos, se intentó arrancar los botones de la camisa en un esfuerzo desesperado por respirar, enrojecido, con la respiración agitada y los ojos fuera de sus orbitas, al fin se quedó quieto, patéticamente desparramado en el sofá.
Rezó un rosario por su alma mientras transcurría la media hora que asegurase el éxito de su misión.
Abrió puertas y ventanas, tiró las infusiones de hoja de eucalipto por el bater, fregó las cacerolas y el suelo del comedor con abundante lejía, recogió las cacerolas, cerró las ventanas, dejando entreabierto el balcón del comedor.
Se puso el vestido y los zapatos y se fue a misa de 6.
Al salir de misa invitó al cura y a las tres beatas habituales a tomar café con leche y las rosquillas que había hecho esa mañana.
El medico del pueblo dijo que había sufrido una crisis de asma fatal durante la hora de misa.
Tres meses lleva enterrado Anselmo, no hay testamento, ella es la única heredera.
El primer capitulo de su vida finaliza mañana a las 12, cuando firme los últimos papeles que la acrediten como dueña y señora. Tirará estas ropas de viuda provinciana, y el sombrerito, el dichoso sombrerito que le compró Anselmo en Zaragoza
El segundo capitulo empezará comiendo sola en el reservado del Royal.


Compartment C, Car 293_por Teseo
Como cada mañana Irene entro en su pequeño salón, cargada con la bandeja del desayuno, observó el cuadro que la había acompañado desde la infancia. Era, junto con un viejo reloj, recuerdo de su padre muerto prematuramente. A lo largo de los años la había fascinado aquella mujer de rostro oscuro y cabello encendido.Frecuentemente había proyectado en aquella imagen sus propias vivencias, temores y esperanzas. La mujer absorta, centrada en la lectura, ajena a lo que la rodeaba le inspiraba sensaciones diferentes en función de su estado de ánimo. El retazo de paisaje que se podía observar tras la ventanilla del tren era un amanecer o un ocaso. El viaje podía ser un regreso o una huida. El pequeño puente era también un símbolo del acceso a una vida que la joven anhelaba o aborrecía. Con frecuencia se preguntaba por que el pequeño farol sujeto a la pared del tren estaba apagado. Irene suspiró y pensó cuanto la había ayudado aquella pintura, cuantas veces su contemplación le había permitido evadirse de su monótona y anodina vida, pero esta vez lo vio de forma diferente, estaba feliz y esperanzada, la mujer de pelo rojo y labios carmesí viajaba camino del encuentro, del amor, de la felicidad que ambas habían soñado.Cuando Irene sintió los brazos del hombre que la estrechaba por detrás, cuando sus labios rozaron levemente su cuello y musitaron “te adoro”, comprendió que su tren siempre caminaría hacia un futuro fascinante, que la luz que se veía tras la ventana era la de la aurora y que habría muchos, muchos amaneceres como ese,que ya nunca estaría sola. Con cuidado depositó la bandeja, se giró, se enlazo al cuerpo del hombre que la hacía estremecer y se dejó ir, saboreando su felicidad. Fugazmente le pareció ver que los labios de la muchacha del cuadro se curvaban en una leve sonrisa de afecto y complicidad.

jueves, febrero 09, 2006

Compartment C, Car 293_por Teresa


Aún con la música retumbando en mi cabeza busqué el compartimento C, coche 293. El revisor del tren me acompañó a pesar de no llevar equipaje. Tan sólo un libro y el bolso con unos papeles que sobresalían ocupaban mis manos. Me senté y la sonrisa tonta que me había acompañado durante la noche, se quedó colgada en mi cara. Abrí el libreto para distraerme, será la próxima puesta en escena. La obra actual no vale nada. Cuatro canciones y un argumento de pocas palabras, pensado para entretener al poco público, casi todo masculino, que se deja caer por el local. Todos ahogados en alcohol. Circunstancia que les permite sentirse valientes y demostrar lo fieros que son. Se tambalean como si llevaran un fusil y la sala fuera el campo de batalla. Los que no han estado en la guerra para olvidar, y los que han estado por no poder olvidar. Mientras, en el escenario, disfrazada de soldado con poca ropa y mucha pluma, muevo las piernas y el culo al compás de las otras. En otro acto soy la novia del soldado muerto que mira al cielo. Cuando baja el telón y vuelve a subir, soy la 3ª de la 2ª fila saludando al público. Vitorean los civiles, aplauden los excombatientes. Tras la sesión nos invitan a tomar una copa. Ann y yo aceptamos algunas veces. Esta ha sido una de esas. Con los ojos cerrados me emparejé con uno que al verme de negro no me tocó. Debió creer que era viuda de guerra. Lo que no dije es que, "era huérfana, desde hacía un rato". Toda la noche muda pensando en el viaje al pueblo. Copa tras copa se evaporó el miedo y con él se fueron los fantasmas y los sueños. Ann no scondujo atodos hasta el tren. En la Estación Central terminó la fiesta. Los que allí estaban abrían los ojos despertándose a un día de oficina, sin perder de vista al grupo bullicioso que despedía a una mujer de luto riguroso, entre risas. Todavía les veo a todos firmes y en fila, gritando "adiós Nena". Los ojos serios de Ann me dieron mi papel: "Mujer acomodada, entristecida por la muerte de su madre, presenta sus respetos a los mirones del pueblo".
Me despierto a la salida del sol con el libreto entre las manos. Siento el frío de la mañana y el del retorno. Seré de nuevo Elena.
Compartment C, Car 293_por Iliana
Li agradava portar barret, la veritat era que sentia que la protegia una mica de tot, després de tot encara no aconseguia deixar de pensar en el. No va sortir bé, va ser una història molt apassionada i divertida però el volia un altra cosa i ella... El volia a el, però solo per a ella .

Midori llegia com feia sempre per a no pensar, però aquest dilluns era especial havia llegit la carta d'una persona que ella havia estimat molt i és va posar molt trista, com es possible que el seu primer amor s'hagués oblidat d'aquelles tardes... quan arribaven bruts i s'anaven a banyar junts a una bassa que tenia l'aigua freda, molt freda .. les nits rient i maten mosques... Per què ? Després de tant temps solo quedava dolor i tristesa? Ella no podia pensar que tot va ser mentida, " amor de rata, amor de cloaca " és l'última cançó que ella va escoltar de la seva veu.
Eh! Què això no va ser així, Midori recordava, en la seva soledat, que junts van comptar estrelles i algunes d'elles segur que encara estan allí, en aquell cel tan ple, amb aquella llum i va recordar la seva veu, les seves llàgrimes i principalment la seva tendresa.

La seva calidesa sempre, sempre ... durant tota la vida serà inoblidable i més a més l'acompanya en aquest camí que és la vida.

Ara, estava en aquell tren , necessitava llegir i pensar que en qualsevol parada tornaria a trobar-lo, el que va passar en Viena podria tornar a passar, però tenia por i si no era així i si tot va ser mentida i si el ja no l'esperava...

Després es va dormir i en el seu son va recordar el seus petons , i els va enyorar. Però el no la volia i Midori va pensar que tenia que ser así. Pot ser un altra parada , pot ser ?

sábado, enero 28, 2006

Compartment C, Car 293


Esta es nuestra próxima idea.
Teresa, se ha comprado un calendario, con cuadros de Hooper. Este, corresponde a enero. Pretendemos acompasar nuestra creación literaria, a la cadencia mensual del calendario.


Compartment C, Car 293
1938Oleo sobre lienzo
IBM Corporation, Armonk, New York

jueves, enero 26, 2006

Carretera de cuatro carriles_por Teresa


La nubes tienen mil formas cada día. Y pasan. Sam viaja con ellas desde su silla plegable.
La carretera de cuatro carriles, le queda a mano.La ampliación de dos a cuatro es reciente, y sólo el sonido de los coches arrecia el silbido del viento y amortigua los gritos de su mujer. Grita mucho y por nada. Durante el día, Sam ya no la mira. La presiente a su espalda, con la cabeza apretada por los rulos y la boca abierta vomitando las entrañas. Sam la ignora con la mirada puesta en la nube que roza el quitamiedos de la carretera.


Carretera de cuatro carriles_por Beatriz
Había querido pensar que sólo era la crisis de los 40, siempre aseguré que me encontraría preparado cuando llegara El final del verano había sido asfixiante. La absorción de la empresa por una multinacional americana, la reestructuración de plantilla, el cambio de métodos de trabajo. La incertidumbre me carcomía por dentro, y de pronto, me ofrecieron el puesto de Gerente Técnico, el eslabón de la empresa con América. Por supuesto que acepté, sin pensarlo demasiado, era la oportunidad que me ponía la vida delante para triunfar o fracasar. El incremento de trabajo y responsabilidad es considerable, también el sueldo. Al cabo de un año, en este momento, la empresa soy yo. Empecé a pasar mas tiempo en la empresa que en ningún otro sitio, como consecuencia la relación con los empleados se fue haciendo más familiar. La plantilla no es muy amplia pero es bastante htereogenea, tanto en edades, como en tipos de personas. Mi estado anímico era hipomaníaco, vivía en un estado de excitación con gran descarga de adrenalina. Amplié algunas de mis perspectivas, gracias a la relación con mujeres ajenas al entorno familiar, desde una perspectiva laboral. Y ese fue el principio del error. Era una relación paterno-filial, la he visto crecer, es una niña, de hecho por edad yo podría ser su padre. Me justificaba amparándome en su juventud, como si los sentimientos se pudieran detener ante el factor de la diferencia de edad. Incluso lo justifique como una forma de afianzar mi autoestima Después, la emoción de sentirse Pigmalión ¡el placer de ser testigo de la apertura de una flor!. Poco a poco la tela de araña se fue tejiendo sola. La relación se fue estrechando. Las miradas se buscaban, el roce de una mano por azar, provocaba en mi todo tipo de sensaciones que ya creía olvidadas Un gesto, una mirada, un aliento.... me nublaban la razón. Empezamos a vernos a escondidas. Cada vez la exigencia era mayor. Me planteé dejar a mi mujer y mi relación de 17 años con ella, mis hijos, mi ambiente, en fin, romper con todo. He aprendido que el amor es una bomba de relojería que estalla siempre entre las manos, nunca es inofensivo, siempre hace daño y nunca se está inmunizado contra él. Es un enemigo interno, que crece hacia afuera. Provoca una euforia que refuerza la autoestima y actúa solapadamente en el cerebro, como una potente droga. Te sientes “vivo” Percibes sensaciones y emociones casi, casi, extracorpóreas y... cuando te das cuenta estás atrapado en su red fagocitadora. ¿Pero hablamos de amor o de pasión? ¿o de otras cosas? El lunes estallé en el desayuno. No podía más. Le dije a Ana que la dejaba, que me había enamorado, que me perdonará, que la quería mucho a ella y por supuesto a los niños. Ana me conoce. Me conoce muy bien, mejor que yo mismo. Dolida, pero serena, me dijo que pensara bien lo que iba a hacer, que la decisión era mía y que ella la aceptaría pero estaba dispuesta a olvidar este episodio y a perdonarme. La había subestimado, a veces la convivencia nos impide ver a la persona que tenemos al lado. No hizo falta más. Como Ana había esperado, cumplí con mi deber. Ella sabía que lo haría, siempre lo hago, siempre lo he hecho. Por la noche tenía que coger el avión que me llevaba a Montana, el plan era que Ruth se reuniría conmigo el fin de semana y ese sería el principio de nuestra nueva vida. La cité en el despacho al mediodía, ya se que es lo más inadecuado, lo se, quizá por eso lo hice de forma inconsciente. Fríamente, le dije que lo dejábamos, que había valorado que la diferencia de edad era mucha y las barreras de su ambiente cultural y religioso eran muy áridas, era un amor contracorriente, precioso, pero condenado al fracaso. El desconcierto, el dolor y la ira, pasaron por sus ojos segundos antes de que se inundaran de lágrimas, evoqué internamente a Neruda ¡...como no haber amado sus grandes ojos fijos...! No protestó, se guardó su dolor y se fue. Ayer volví de Montana. Sólo. Ana actúa como si nada hubiera sucedido, como si hubiera pasado una goma de borrar o la fregona por los hechos, por mis sentimientos, por mis palabras... En el Pricep Albert de Montana, el hotel en el que me aloje, (sólo, siempre sólo), había una exposición de arte. El pintor, un copista de fama internacional, reproduce obras de pintores notables de distintas épocas. Compré el cuadro en cuanto lo vi, el original es de un tal Hooper y se llama “Carretera de cuatro carriles”. Me emboba mirarlo. Ese cuadro es mi vida plasmada en un cuadro, sentado en el lateral de mi casa, al lado de los surtidores de gasolina, con mi Alma asomada a la ventana llamándome. Contemplo, absorto en la nada, como la vida de los otros discurre fluida y espaciadamente por esos cuatro carriles. Por cierto, he visto a Ruth salir de la mano del nuevo encargado del almacén.

martes, enero 24, 2006

Carretera de cuatro carriles_por Begoña



Alfonso, nunca ha sabido decir no. Ahora en el declive de su vida, cuando ya poco importa y nada tiene remedio fácil, justo ahora, ha caído en la cuenta de que su vida no sería la que es, si él hubiese sabido decir no.
Sentado al sol, tras el almuerzo, repasa esos momentos estelares de su vida, en los que él enmudeció para asentir con la cabeza, lo que el verbo no dictaba. Por eso se largó del pueblo con Vicente; de eso hace ya 52 años. "No te despidas de nadie, ya les escribirás", le había dicho Vicente la mañana de la partida. Y así lo hizo, marchó tras el amigo sin despedirse de nadie, sólo su madre le robó un abrazo al verlo salir con la maleta de cartón, como si el instinto le advirtiera que no volvería a verle.
Pronto se les acabó el combustible que hacía renquear la vieja camioneta. Sin dinero en los bolsillos, Alfonso no supo negarse cuando Vicente le pidió que se quedase a trabajar un par de jornadas en la gasolinera, para pagar el gasoil, mientras él se adelantaba a la ciudad y buscaba trabajo.
Tampoco supo decir que no, cuando una semana mas tarde, el propietario del negocio, el Sr. Pordenone, le rogó que se quedase a trabajar allí, por un sueldo razonable más habitación y comida. Seis meses después dijo "si" ante el altar, por no decir "no" a Josefa Pordenone, que se había quedado preñada durante una noche de tantas, en la vieja cochera, mientras los gemidos de Josefa, ahogaban el silencio de Alfonso. La dicha, resultó tan breve como las conversaciones que mantenía la pareja. Las palabras, se las llevó Donato cuando murió con apenas seis meses de vida.
Ahora, chupa el cigarro con fuerza. El humo penetra en su interior, y las lágrimas pugnan por salir. Apura el último habano de la caja, que le regaló el cubano el mes pasado. Ya no volverá, Josefa le dijo que no volviese y Alfonso no se atrevió a contradecirle. Tendría que esperar seis meses para saber si el cubano, se atrevería a decir que no a Josefa, y volvería a repostar en la vieja gasolinera de la carretera de cuatro carriles, que hasta los años cuarenta, era la única vía que unía los dos estados.
Hasta ahora, pasaba dos veces al año por allí. Casi siempre le dejaba algo, una caja de puros, o una muñeca para Josefa, o libros... Precisamente uno de esos libros, un poema de ese libro, humedece sus ojos cada mañana a la misma hora:
"...Y en el desprecio de su miserable vejez
piensa qué poco gozó de los años
cuando tuvo vigor, y elocuencia, y belleza.
Ha envejecido tanto; lo siente, lo ve.
El tiempo de su juventud, como si hubiera sido ayer,
pasó. Qué velozmente, qué velozmente.
Medita en cómo ahora se ríe de él la Sabiduría;
y cómo fió siempre_ ¡qué locura!_
de esa embustera que le decía: "Mañana. Tienes
mucho tiempo"..."
Una voz estridente, se oye a través de la ventana, interrumpiendo ese momento dolorosamente poético: "Alfonso, apaga ese puro y ven!"


Carretera de cuatro carriles_por Enric

De esa foto hace veinte años, quizás más. La hizo Santiago Boro cuando estuvo en el pueblo recolectando fruta. Me la envió meses después de que se fueran, supongo que para consolarme.
Estaba sentado en esa misma silla cuando los vi llegar. Eran cinco o seis, no lo recuerdo bien, Santiago, Juan Linaza y su hermano Sergio, también estaba Maria la del sombrero, una tal Beite y otros que iban y venían. Todos muy jóvenes, todos muy listos, todos ingenuos como pajaritos y en realidad tontos de capirote, que no tenían ni idea de lo que se les venía encima.
Les habría podido avisar pero no supe. Entonces no me salían las palabras y si me hubieran salido no me habrían creído. Ahora pienso que les podía haber dicho que se protegieran de los OjOs, que todo era apariencia, que escucharan los ríos subterráneos, que este pueblo es un nido de víboras plagado de hijos de puta que les quemarían sus melenas, y que les iban a dar por el culo hasta reventarlos.
Eso si, con sonrisas, como siempre han hecho conmigo. Pero hay que estar atento a todas las señales, el silencio cuando entras en el bar, o el saludo " que tal Angelito como estas". Angelito, no Angel ¿ comprendes?.
No les avise, y se metieron de cabeza en la boca del lobo, felices y hermosos , brillando como nubes, vibrando como a mi me gustaría vibrar. Y así les fue. Les echaron de la casa que les habían dejado cuando las chicas no se quisieron acostar con el jefe de la cooperativa. Solo les dejaron acampar al lado de una granja de cerdos. Les dieron trabajo, si, pero de los peores,. Cargar camiones, arrancar la mala hierba, en la cadena de selección de la fruta.
Santiago y mi hermana se hicieron amantes y ella les acompaño cuando volvieron a la ciudad. Si Santiago volviera a fotografiarme, casi todo seria igual, la luz, el surtidor, mi silla. Sólo faltaría mi hermana en la ventana.