jueves, marzo 17, 2005

Habitaciones junto al mar


Habitaciones junto al mar
Originally uploaded by teresaybego.

Habitaciones junto al mar_por Begoña
¡Nadie me movería de allí! Decidí al recibir la notificación judicial. Había comprado la casa hacía ya muchos años, nada más salir del sanatorio. Invertí en ella lo que saqué con la venta de las acciones que me dejó mi padre; entonces una edificación así no era disputada ni envidiada. Allí, paradójicamente, había vivido al lado del agua durante los años de la sequía en los 50, cuando mi memoria de niña todavía recordaba la Dust Bowl. Ahora el afán especulador de unos pocos, no iba a moverme tan fácilmente. Apenas cuatro casas en 20 kilómetros de costa, el señor Bundy y yo éramos los únicos que quedábamos en Santa María; pero él debía de estar empaquetando en ese momento las últimas reliquias de su entrañable colección que, con los años, había dado paso a un pequeño museo marino: cientos de caracolas, decenas de estrellas de mar poblaban las estanterías, yo misma, en un par de ocasiones, le había regalado algunos ejemplares desconocidos para mi que él no tardo en distinguir. Se trataba de una cornetilla y un caracol de luna al que concedió un lugar privilegiado por encontrarse sólo en aguas profundas.
Ahora, en mi postura favorita, tumbada contra el suelo en el pequeño hall, diviso como tantas veces ese mar sobre el que parece flotar mi casa. Desde esta perspectiva no puedo ver las escaleras y me gusta soñar que sólo podré salir de aquí nadando. Tampoco alcanzo a ver la "Chalonia tritonis" que me regaló el señor Bundy cuando vino ayer a despedirse; se trataba de su pieza mas preciada, demasiado popular a comienzos de los cincuenta, y objeto de un injusto desahucio marino. Tan injusto como el mío propio. La he dejado bajo la ventana sobre el diván rojo. Ahora me escuecen los ojos pero ignoro si la causa es el sol, o la orden de desalojo o la derrota del señor Bundy.

Habitaciones junto al mar_por Teresa

Desde lo sucedido, Marta iba al apartamento todos los fines de semana. No salía de él hasta el domingo. Con más ojeras y con los hombros más caídos, volvía a la ciudad.

¡No entendía como pudo pasar! Quieta, sentada en el viejo sofá escudriñaba las paredes del apartamento, intentaba descubrir huellas en el polvo. El ruido del oleaje la sobresaltaba de vez en cuando. A través del nuevo ventanal veía el mar rugoso. Apoyaba las manos en el cristal y buscaba las de su hijo entre las olas. Su mirada se sumergía hasta que el azul se volvía negro. No había carta. La respuesta flotaba en el aire. Abría la ventana y la brisa soplaba fuerte, llenándola de rabia. Golpeaba la ventana al cerrarla y se tapaba la cara. No quiso cortinas. El sol le hacía cerrar los ojos. Se abandonaba al calor. Siempre tendría un hijo de catorce años. Siempre viviría junto al mar.

Habitaciones junto al mar_por Enric

Viví con mi hermano Juan Linaza cuando lo de la comuna, el piso o lo que fuera, acabó como acabó. Me abrió las puertas de su casa cuando salí del hospital después de la operación y no tenia donde ir.
El había vuelto del ejército un año antes y apenas salía. El mismo día en el que me mude a su casa, me enseñó las fotos que había hecho en ese tiempo. Eran como doscientas fotos de rincones de su piso. Las mire y no me di cuenta de que eran fotos de la misma casa en la que estaba hasta que me lo dijo.
Me cedió la mejor habitación. Recuerdo sobre todo un baúl de cuero negro y una estufa eléctrica circular y que cocinábamos en un hornillo en la galería porque había transformado la cocina en laboratorio.
Viviendo juntos fue cuando empezó a utilizar sus fotografías como lienzos. La de la puerta con el mar fue una de las primeras que hizo. Le dije que era una buena descripción de su casa, una isla que acogía a náufragos, y él se rió y murmuro: "¿estas seguro"?
Al principio lo parecía. Me instale yo, después de unas semanas Pedro, un amigo de Juan que conoció en el ejército y mucho mas tarde Maria.
Pedro era cocinero en un petrolero y estaba embarcado cuatro meses y luego pasaba dos meses en tierra, pago todas las facturas mientras estuvo en la casa. Dormía en el comedor y yo le oía hablar en sueños cada noche, casi siempre repetía la palabra "Dante". Yo lo imaginaba entrando en el infierno, pero no, era el nombre de un hotel donde vivió durante un año.
Fue cuando mas cerca estuve del paraíso. Me dijo.
Y que paso.
Se acabó el dinero.
¿ Tanto cobra un cocinero?
No salió de la cocina.
A Maria la traje yo, una noche que Juan no estaba y que sólo dormimos, o casi. La despertó él estirándole el dedo gordo del pie como solía hacer conmigo. Me despertaron sus risas, Al final se quedo a vivir. Estuvo con Juan todo ese tiempo.
Yo me marché. Podría decir mil cosas, pero lo hice cuando supe que esa casa se hundía, se hundía sin remedio.



Autómata_por Enric


Autómata
Originally uploaded by teresaybego.

Sin duda es Maria. Su sombrero es inconfundible y ese aire de estar como sin estar que siempre la acompaño, igual que esa sombra en el fondo de su mirada que nadie pudo borrar. De lo que no estoy tan seguro es quien le hizo esa foto. Puede que fuera Santiago Boro y puede que fuera Juan Linaza. Los dos fueron sus amantes, aunque eso no quiera decir nada porque todos lo fuimos en algún momento.
Lo más probable es que la foto la hiciera Santiago. Sobre todo por ese afán que tenia de fotografiar a todas las mujeres que se acostaban con él. Llegaba a extremos difíciles, como una noche de fin de año, en la que se acostó con Laura, a la que apenas conocía, y tuvo tiempo para convencerla de que posara y cuando ella se durmió levantarse a positivar las fotos en el en el laboratorio y enseñárselas a la mañana siguiente.
Bueno, enseñárselas a ella y a casi todos los que amanecimos en esa casa. Era así Santiago Boro, le parecía que ocultar la cara era suficiente protección para la modelo y se sorprendió cuando Laura lo insultó.
Que extraña es la memoria. Si pienso en Laura, lo que más recuerdo son esas fotos, ella de espaldas sentada al borde de la cama, ella boca abajo con una media sonrisa tapada por la sábana. No se nada de laura. A Santiago Boro lo vi. hace un año. Hablamos durante horas pero yo me quede fijado en lo que me dijo cuando se marchaba.
- Mi destino será igual al de un personaje de Italo Calvino que acaba fotografiando fotografías.
No hablo de Laura, ni de Maria y yo tampoco le pregunté.
Estoy convencido que la fotografía la hizo Santiago. Si borráramos a María, podía ser de Juan Linaza, con ese gusto por los espacios, como lo diría, inquietantes, llenos de presagios. Pero está Maria y eso lo cambia todo. Además el proyecto de Santiago nacía como le gustaba recordar de algo que dijo su fotógrafo preferido Robert Frank, " mas verdad y menos arte". Pienso que la verdad de Maria es mucho más esta foto, que miles de retratos entre sabanas.
Maria y yo, apenas estuvimos unos meses juntos cuando nadie lo esperaba. Casi todos creían que habíamos sido amantes mucho antes, pero no era así. Hubiera podido ser pero no . Supe que la sombra en del fondo de su mirada tenia el nombre de un hijo muerto. Yo tampoco pude borrarla.

Autómata_por madrid_49

AliceThose men’s room really stink. Worst than those truckdriver´s motels on route 66. Burbank, south of Chicago, gosh, down and out. Jobless. No future. 80 bucks on my pocket. What am I doing here?I’m not the kind of guy I would go out with. I might hurt her too much. On the other hand, she is quite the way I am. I just met her yesterday, in this same cafee. Poor girl. Nice midwestern farm girl. Too many films. Pregnant from the pump station boy. No help from anyone on the village. Search of a better life in town. How many broken dreams herself too.Terrible room she has. Dump and dirty for a thousand years, though she tried to scrach all the past from the crumbling walls. No photos, just ‘Gone with the Wind’ on the drawers top. Her only coat, her only hat. Contrasting colours, bought in a moment she wanted to express an optimism on life. Though life has not respond to it.24, typist on an office, ‘till yesterday. Weekly pay. Just enough for the room, the bus, and teh take away on the corner chinese. Yesterday night she was trying to forget she had been fired, talking to me, a stranger trying to get warm in this end-of-the-road cafee.Downs and outs warm up together. We spent the night doing so. Half of it with our words, the other half with our skins. I run away early in the daylight, trying not to infringe my mood on her. Looking for a job all day, somewhere I could keep warm and eat. My hand isn’t able to write anymore the way she used to. I shall look for anything on the sidewalk. As long as I take the final decision to quit it all.I’m not the kind of guy I would go out with. I might hurt her too much. Why did I come back to this same caffee? Why has she too? In search of the warmth we share last night? It’s her local, but on me there must be a purpose. She entered while I was at the men’s, at the far end of this long and bare godless coffee room. Two bucks for the coffees if I order one. I rather buy her out something to crunch and eat it upstairs. Another night with her. Sharing our solitudes, sharing no future, sharing nothing..., we haven’t even love left to share. Nothing, just 80 bucks on my pocket, and her noisy pipes. Sharing all w’ve got.