jueves, enero 26, 2006

Carretera de cuatro carriles_por Teresa


La nubes tienen mil formas cada día. Y pasan. Sam viaja con ellas desde su silla plegable.
La carretera de cuatro carriles, le queda a mano.La ampliación de dos a cuatro es reciente, y sólo el sonido de los coches arrecia el silbido del viento y amortigua los gritos de su mujer. Grita mucho y por nada. Durante el día, Sam ya no la mira. La presiente a su espalda, con la cabeza apretada por los rulos y la boca abierta vomitando las entrañas. Sam la ignora con la mirada puesta en la nube que roza el quitamiedos de la carretera.


Carretera de cuatro carriles_por Beatriz
Había querido pensar que sólo era la crisis de los 40, siempre aseguré que me encontraría preparado cuando llegara El final del verano había sido asfixiante. La absorción de la empresa por una multinacional americana, la reestructuración de plantilla, el cambio de métodos de trabajo. La incertidumbre me carcomía por dentro, y de pronto, me ofrecieron el puesto de Gerente Técnico, el eslabón de la empresa con América. Por supuesto que acepté, sin pensarlo demasiado, era la oportunidad que me ponía la vida delante para triunfar o fracasar. El incremento de trabajo y responsabilidad es considerable, también el sueldo. Al cabo de un año, en este momento, la empresa soy yo. Empecé a pasar mas tiempo en la empresa que en ningún otro sitio, como consecuencia la relación con los empleados se fue haciendo más familiar. La plantilla no es muy amplia pero es bastante htereogenea, tanto en edades, como en tipos de personas. Mi estado anímico era hipomaníaco, vivía en un estado de excitación con gran descarga de adrenalina. Amplié algunas de mis perspectivas, gracias a la relación con mujeres ajenas al entorno familiar, desde una perspectiva laboral. Y ese fue el principio del error. Era una relación paterno-filial, la he visto crecer, es una niña, de hecho por edad yo podría ser su padre. Me justificaba amparándome en su juventud, como si los sentimientos se pudieran detener ante el factor de la diferencia de edad. Incluso lo justifique como una forma de afianzar mi autoestima Después, la emoción de sentirse Pigmalión ¡el placer de ser testigo de la apertura de una flor!. Poco a poco la tela de araña se fue tejiendo sola. La relación se fue estrechando. Las miradas se buscaban, el roce de una mano por azar, provocaba en mi todo tipo de sensaciones que ya creía olvidadas Un gesto, una mirada, un aliento.... me nublaban la razón. Empezamos a vernos a escondidas. Cada vez la exigencia era mayor. Me planteé dejar a mi mujer y mi relación de 17 años con ella, mis hijos, mi ambiente, en fin, romper con todo. He aprendido que el amor es una bomba de relojería que estalla siempre entre las manos, nunca es inofensivo, siempre hace daño y nunca se está inmunizado contra él. Es un enemigo interno, que crece hacia afuera. Provoca una euforia que refuerza la autoestima y actúa solapadamente en el cerebro, como una potente droga. Te sientes “vivo” Percibes sensaciones y emociones casi, casi, extracorpóreas y... cuando te das cuenta estás atrapado en su red fagocitadora. ¿Pero hablamos de amor o de pasión? ¿o de otras cosas? El lunes estallé en el desayuno. No podía más. Le dije a Ana que la dejaba, que me había enamorado, que me perdonará, que la quería mucho a ella y por supuesto a los niños. Ana me conoce. Me conoce muy bien, mejor que yo mismo. Dolida, pero serena, me dijo que pensara bien lo que iba a hacer, que la decisión era mía y que ella la aceptaría pero estaba dispuesta a olvidar este episodio y a perdonarme. La había subestimado, a veces la convivencia nos impide ver a la persona que tenemos al lado. No hizo falta más. Como Ana había esperado, cumplí con mi deber. Ella sabía que lo haría, siempre lo hago, siempre lo he hecho. Por la noche tenía que coger el avión que me llevaba a Montana, el plan era que Ruth se reuniría conmigo el fin de semana y ese sería el principio de nuestra nueva vida. La cité en el despacho al mediodía, ya se que es lo más inadecuado, lo se, quizá por eso lo hice de forma inconsciente. Fríamente, le dije que lo dejábamos, que había valorado que la diferencia de edad era mucha y las barreras de su ambiente cultural y religioso eran muy áridas, era un amor contracorriente, precioso, pero condenado al fracaso. El desconcierto, el dolor y la ira, pasaron por sus ojos segundos antes de que se inundaran de lágrimas, evoqué internamente a Neruda ¡...como no haber amado sus grandes ojos fijos...! No protestó, se guardó su dolor y se fue. Ayer volví de Montana. Sólo. Ana actúa como si nada hubiera sucedido, como si hubiera pasado una goma de borrar o la fregona por los hechos, por mis sentimientos, por mis palabras... En el Pricep Albert de Montana, el hotel en el que me aloje, (sólo, siempre sólo), había una exposición de arte. El pintor, un copista de fama internacional, reproduce obras de pintores notables de distintas épocas. Compré el cuadro en cuanto lo vi, el original es de un tal Hooper y se llama “Carretera de cuatro carriles”. Me emboba mirarlo. Ese cuadro es mi vida plasmada en un cuadro, sentado en el lateral de mi casa, al lado de los surtidores de gasolina, con mi Alma asomada a la ventana llamándome. Contemplo, absorto en la nada, como la vida de los otros discurre fluida y espaciadamente por esos cuatro carriles. Por cierto, he visto a Ruth salir de la mano del nuevo encargado del almacén.

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