miércoles, marzo 25, 2009

Cine de Nueva York_ por Begoña






Al lado de la puerta, apoyada en la pared, estaba Betty. Uniformada, con el inconfundible mono azul del Royal Cinema. A ella, aquel mono con una raya roja en los laterales de las anchas perneras, le sentaba bien. El cuello mao, solo puede quedar bien si tu cuello es esbelto, como el de Betty. Y el cinturón solo puede marcar esa escultural silueta, si la tienes, como Betty. Era alta, no necesitaba las sandalias de tacón para que se la viese. Su preciosa melena roja, no dejaba duda alguna sobre su procedencia. En el siglo XIX, llegaron millares de irlandeses a la ciudad, huyendo de la hambruna que les consumía en Irlanda. Pero los O’Neill, se quedaron un siglo más en Donegal, hasta que Elizabeth decidió emigrar en el 36. De eso hace tres años.

Habían apagado las luces de sala, tan sólo una luz rojiza señalaba la salida. Iba a dar comienzo la tercera sesión y Betty estaba cansada, le dolían los brazos. Ella hubiera querido trabajar en la taquilla, pero Morgan se lo dejó muy claro: “Eres alta, eso es bueno para acomodar, muy bueno, pero además eres guapa y eso es mejor”.

No hay día que no evoque su primera sesión, recuerda que sintió la linterna como algo vivo en sus manos, tenía la sensación de que le daba poder. Ahora, todo aquello le parece absurdo y se le escapa una sonrisa amarga que se burla de su ingenuidad. La linterna acaba pesando, la pasa de una mano a otra para descansar los brazos, pero da igual, acaba pesando.

Tampoco era una novedad que le doliesen los brazos. Esa había sido su excusa preferida durante años, para no llevar el misal los domingos. Nunca había sido una buena creyente. Quizás, en parte, se fue de casa para no oír los continuos reproches, pero ahora cuando está a solas, reza. Ya no puede evitar tener fe aunque continúe siendo una mala católica. Su madre no aprobaría que llevase hombres a casa, peor aún, su madre renegaría de ella si supiese que se acostaba con ellos. Betty se lo recriminaba a si misma, se convencía de que se haría fuerte y un día sabría decir que no.