jueves, abril 07, 2005

Carretera de cuatro carriles

Four Lane Road es un óleo sobre tela que Hopper pintó en 1956. También sirve de portada para un libro: "An intimate biography" de Gail Levin.
Aquí podreis leer el primer capítulo del libro: http://www.amazon.com/gp/reader/0520214757/ref=sib_dp_pt/002-8049926-8376056#reader-page
Ya habreis imaginado que nuestro próximo relato se referirá a este cuadro que pertenece a una colección particular.
Todavía tenemos pendiente la publicación del relato de Teresa_ Habitaciones junto al mar que está casi a punto.

jueves, marzo 17, 2005

Habitaciones junto al mar


Habitaciones junto al mar
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Habitaciones junto al mar_por Begoña
¡Nadie me movería de allí! Decidí al recibir la notificación judicial. Había comprado la casa hacía ya muchos años, nada más salir del sanatorio. Invertí en ella lo que saqué con la venta de las acciones que me dejó mi padre; entonces una edificación así no era disputada ni envidiada. Allí, paradójicamente, había vivido al lado del agua durante los años de la sequía en los 50, cuando mi memoria de niña todavía recordaba la Dust Bowl. Ahora el afán especulador de unos pocos, no iba a moverme tan fácilmente. Apenas cuatro casas en 20 kilómetros de costa, el señor Bundy y yo éramos los únicos que quedábamos en Santa María; pero él debía de estar empaquetando en ese momento las últimas reliquias de su entrañable colección que, con los años, había dado paso a un pequeño museo marino: cientos de caracolas, decenas de estrellas de mar poblaban las estanterías, yo misma, en un par de ocasiones, le había regalado algunos ejemplares desconocidos para mi que él no tardo en distinguir. Se trataba de una cornetilla y un caracol de luna al que concedió un lugar privilegiado por encontrarse sólo en aguas profundas.
Ahora, en mi postura favorita, tumbada contra el suelo en el pequeño hall, diviso como tantas veces ese mar sobre el que parece flotar mi casa. Desde esta perspectiva no puedo ver las escaleras y me gusta soñar que sólo podré salir de aquí nadando. Tampoco alcanzo a ver la "Chalonia tritonis" que me regaló el señor Bundy cuando vino ayer a despedirse; se trataba de su pieza mas preciada, demasiado popular a comienzos de los cincuenta, y objeto de un injusto desahucio marino. Tan injusto como el mío propio. La he dejado bajo la ventana sobre el diván rojo. Ahora me escuecen los ojos pero ignoro si la causa es el sol, o la orden de desalojo o la derrota del señor Bundy.

Habitaciones junto al mar_por Teresa

Desde lo sucedido, Marta iba al apartamento todos los fines de semana. No salía de él hasta el domingo. Con más ojeras y con los hombros más caídos, volvía a la ciudad.

¡No entendía como pudo pasar! Quieta, sentada en el viejo sofá escudriñaba las paredes del apartamento, intentaba descubrir huellas en el polvo. El ruido del oleaje la sobresaltaba de vez en cuando. A través del nuevo ventanal veía el mar rugoso. Apoyaba las manos en el cristal y buscaba las de su hijo entre las olas. Su mirada se sumergía hasta que el azul se volvía negro. No había carta. La respuesta flotaba en el aire. Abría la ventana y la brisa soplaba fuerte, llenándola de rabia. Golpeaba la ventana al cerrarla y se tapaba la cara. No quiso cortinas. El sol le hacía cerrar los ojos. Se abandonaba al calor. Siempre tendría un hijo de catorce años. Siempre viviría junto al mar.

Habitaciones junto al mar_por Enric

Viví con mi hermano Juan Linaza cuando lo de la comuna, el piso o lo que fuera, acabó como acabó. Me abrió las puertas de su casa cuando salí del hospital después de la operación y no tenia donde ir.
El había vuelto del ejército un año antes y apenas salía. El mismo día en el que me mude a su casa, me enseñó las fotos que había hecho en ese tiempo. Eran como doscientas fotos de rincones de su piso. Las mire y no me di cuenta de que eran fotos de la misma casa en la que estaba hasta que me lo dijo.
Me cedió la mejor habitación. Recuerdo sobre todo un baúl de cuero negro y una estufa eléctrica circular y que cocinábamos en un hornillo en la galería porque había transformado la cocina en laboratorio.
Viviendo juntos fue cuando empezó a utilizar sus fotografías como lienzos. La de la puerta con el mar fue una de las primeras que hizo. Le dije que era una buena descripción de su casa, una isla que acogía a náufragos, y él se rió y murmuro: "¿estas seguro"?
Al principio lo parecía. Me instale yo, después de unas semanas Pedro, un amigo de Juan que conoció en el ejército y mucho mas tarde Maria.
Pedro era cocinero en un petrolero y estaba embarcado cuatro meses y luego pasaba dos meses en tierra, pago todas las facturas mientras estuvo en la casa. Dormía en el comedor y yo le oía hablar en sueños cada noche, casi siempre repetía la palabra "Dante". Yo lo imaginaba entrando en el infierno, pero no, era el nombre de un hotel donde vivió durante un año.
Fue cuando mas cerca estuve del paraíso. Me dijo.
Y que paso.
Se acabó el dinero.
¿ Tanto cobra un cocinero?
No salió de la cocina.
A Maria la traje yo, una noche que Juan no estaba y que sólo dormimos, o casi. La despertó él estirándole el dedo gordo del pie como solía hacer conmigo. Me despertaron sus risas, Al final se quedo a vivir. Estuvo con Juan todo ese tiempo.
Yo me marché. Podría decir mil cosas, pero lo hice cuando supe que esa casa se hundía, se hundía sin remedio.



Autómata_por Enric


Autómata
Originally uploaded by teresaybego.

Sin duda es Maria. Su sombrero es inconfundible y ese aire de estar como sin estar que siempre la acompaño, igual que esa sombra en el fondo de su mirada que nadie pudo borrar. De lo que no estoy tan seguro es quien le hizo esa foto. Puede que fuera Santiago Boro y puede que fuera Juan Linaza. Los dos fueron sus amantes, aunque eso no quiera decir nada porque todos lo fuimos en algún momento.
Lo más probable es que la foto la hiciera Santiago. Sobre todo por ese afán que tenia de fotografiar a todas las mujeres que se acostaban con él. Llegaba a extremos difíciles, como una noche de fin de año, en la que se acostó con Laura, a la que apenas conocía, y tuvo tiempo para convencerla de que posara y cuando ella se durmió levantarse a positivar las fotos en el en el laboratorio y enseñárselas a la mañana siguiente.
Bueno, enseñárselas a ella y a casi todos los que amanecimos en esa casa. Era así Santiago Boro, le parecía que ocultar la cara era suficiente protección para la modelo y se sorprendió cuando Laura lo insultó.
Que extraña es la memoria. Si pienso en Laura, lo que más recuerdo son esas fotos, ella de espaldas sentada al borde de la cama, ella boca abajo con una media sonrisa tapada por la sábana. No se nada de laura. A Santiago Boro lo vi. hace un año. Hablamos durante horas pero yo me quede fijado en lo que me dijo cuando se marchaba.
- Mi destino será igual al de un personaje de Italo Calvino que acaba fotografiando fotografías.
No hablo de Laura, ni de Maria y yo tampoco le pregunté.
Estoy convencido que la fotografía la hizo Santiago. Si borráramos a María, podía ser de Juan Linaza, con ese gusto por los espacios, como lo diría, inquietantes, llenos de presagios. Pero está Maria y eso lo cambia todo. Además el proyecto de Santiago nacía como le gustaba recordar de algo que dijo su fotógrafo preferido Robert Frank, " mas verdad y menos arte". Pienso que la verdad de Maria es mucho más esta foto, que miles de retratos entre sabanas.
Maria y yo, apenas estuvimos unos meses juntos cuando nadie lo esperaba. Casi todos creían que habíamos sido amantes mucho antes, pero no era así. Hubiera podido ser pero no . Supe que la sombra en del fondo de su mirada tenia el nombre de un hijo muerto. Yo tampoco pude borrarla.

Autómata_por madrid_49

AliceThose men’s room really stink. Worst than those truckdriver´s motels on route 66. Burbank, south of Chicago, gosh, down and out. Jobless. No future. 80 bucks on my pocket. What am I doing here?I’m not the kind of guy I would go out with. I might hurt her too much. On the other hand, she is quite the way I am. I just met her yesterday, in this same cafee. Poor girl. Nice midwestern farm girl. Too many films. Pregnant from the pump station boy. No help from anyone on the village. Search of a better life in town. How many broken dreams herself too.Terrible room she has. Dump and dirty for a thousand years, though she tried to scrach all the past from the crumbling walls. No photos, just ‘Gone with the Wind’ on the drawers top. Her only coat, her only hat. Contrasting colours, bought in a moment she wanted to express an optimism on life. Though life has not respond to it.24, typist on an office, ‘till yesterday. Weekly pay. Just enough for the room, the bus, and teh take away on the corner chinese. Yesterday night she was trying to forget she had been fired, talking to me, a stranger trying to get warm in this end-of-the-road cafee.Downs and outs warm up together. We spent the night doing so. Half of it with our words, the other half with our skins. I run away early in the daylight, trying not to infringe my mood on her. Looking for a job all day, somewhere I could keep warm and eat. My hand isn’t able to write anymore the way she used to. I shall look for anything on the sidewalk. As long as I take the final decision to quit it all.I’m not the kind of guy I would go out with. I might hurt her too much. Why did I come back to this same caffee? Why has she too? In search of the warmth we share last night? It’s her local, but on me there must be a purpose. She entered while I was at the men’s, at the far end of this long and bare godless coffee room. Two bucks for the coffees if I order one. I rather buy her out something to crunch and eat it upstairs. Another night with her. Sharing our solitudes, sharing no future, sharing nothing..., we haven’t even love left to share. Nothing, just 80 bucks on my pocket, and her noisy pipes. Sharing all w’ve got.





domingo, febrero 27, 2005

Habitaciones junto al mar


Habitaciones junto al mar
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En las librerías podemos encontrar en este momento cuatro obras literarias con" Rooms by the sea" como portada. Cada uno de estos libros, utiliza el cuadro en su provecho, demostrando así­ que las editoriales son capaces de imaginar más y mejor que nosotras mismas, cosa por otra parte que no debe extrañarnos.

El óleo sobre lienzo de 1951 , ondea en la Art Gallery de la Universidad de Yale; los libros que gozan de su portada son la novela Cita en Marruecos de Rodolfo Rabanal, publicado por Seix Barral en Argentina en 1990, el poemario Litoral de Rafael Arráiz Lucca en 1991. En 1997 , Nada es Azul de Aro Sáinz de la Maza y por último Les Locataires de l’été del norteamericano Eric Charles Simons.
Para nosotras no se tratará de la portada de nuestra pequeña obra, sino del corazón de la misma porque éste va a ser nuestro próximo reto y porque lo hemos deformado para fabricar el botón de este blog.

Antes de que finalice Marzo los someteremos a vuestra callada crítica.

viernes, febrero 18, 2005

Autómata_por Teresa


Autómata
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AUTÓMATA

Soy una madre sin hijos. Una mujer sin marido. Una hija sin padres. Soy como ves, una mujer sola. La noche me acompaña siempre. Me levanto cuando en los adoquines de la calle se refleja la luz artificial. El primer café lo tomo aquí­. Espero el tren en este bar vací­o y por un rato juego a ser otra.
Siento la mirada furtiva del camarero y aprieto el abrigo verde a la garganta. Me reconforta su tacto, y el recuerdo de mi madre que lo lucí­a todos los domingos en la iglesia. Camuflada bajo el sombrero me resguardo de posibles miradas. De espaldas al gran ventanal y cerca de la puerta me siento segura de no ser molestada. Cuando el camarero deja el café, me quito el guante que tapa las uñas coloreadas y las escondo tras la taza. Con el primer sorbo quiero que el tiempo se pare y me quedo prendida del sabor amargo, a medio camino de seguir bebiendo. No quiero acabar y que de comienzo el espectáculo de desvestirme y que me miren, de venderme. Me llamo Elena y respondo a Nena, en todos los sitios menos aquí­.

domingo, febrero 13, 2005

Autómata_ por Begoña


Autómata
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AUTÓMATA

Cuando el aceite caliente cayó sobre mi mano, un dolor intenso lo generalizó todo, el escozor parecía vestir los dedos de carne viva, y durante unos segundos me invadió la confusión, abrí las manos, solté bruscamente la sartén y la jarra para aceites usados dentro de la pileta; recordaba haber oído en algún lugar que el agua no era buena para las quemaduras, pero mi piel ardía y me apresuré a abrir el grifo, mientras intentaba hacer memoria: -¿dónde quedó la caja de medicinas?-, el agua corrió dulce por mi piel y entonces comenzó a verse el contorno del desastre, afortunadamente se trataba de la mano izquierda, pero casi todo el dorso y tres dedos, clamaban enrojecidos mientras una luz providencial me recordaba que guardé la caja en los armarios que hay bajo el lavabo, fue precisamente el mismo día que Edward se marchó, hace ya de eso cuatro interminables meses.
El recuerdo de Edward, o mejor aún, el recuerdo del día que Edward abandonó nuestro hogar, volvió a sumirme en la melancolía que parecía haber superado durante la última semana; no lo pensé dos veces, apliqué el poco bálsamo para quemaduras que quedaba, me puse una venda limpia, tomé el sombrero y el abrigo y me lancé a la calle, cogí las llaves en el último momento mientras echaba un vistazo final al desastre que quedaba en la cocina, la pileta estaba al lado de la ventana y en esta ocasión, las luces del puente de Broadway que se ven a lo lejos, me parecieron una ironía vital.
Vivíamos en Albany Street, bueno, ahora vivía yo sola y aunque se trataba de un buen apartamento, todavía no tenía decidido si continuaría allí. Apreté el abrigo en mi garganta y la piel falsa que adornaba el cuello y los puños, me devolvió una tibieza sencilla, el abrigo de lanilla verde que compré el otoño pasado, calentaba lo esperado en las frías noches de Boston. Bajé por Berkeley Street, cuando llegué a Tremont, giré a la derecha y me dirigí al "Boston Eagle", un bar al que había ido algunas veces con Edward, estaba en el 520 al lado del Cyclorama, allí habíamos asistido a un combate de boxeo Edward y yo, y antes de eso, habíamos ido a ver algunas exposiciones, pero el uso del espacio cambió en los últimos años, tanto como mi propia vida en los últimos cuatro meses, y ahora se trataba de un área industrial para el mundo del automóvil.
Me crucé en la puerta con un cliente, el último, porque cuando entré en el local, no había nadie a excepción del camarero, me dirigí a la mesa que solíamos ocupar Edward y yo, como siempre me senté de espaldas al ventanal, no me quité el abrigo ni el sombrero, estrictamente me deshice del guante derecho para acercarme la taza de café, sólo permanecería allí unos minutos, hacía frío dentro y fuera de mi y el pequeño radiador no podía combatirlo, entrecerré los ojos al oír en el gramófono esa apasionada canción argentina, la misma de siempre, la piel de mi cuerpo se erizó, Edward apretaba mi mano, estaba allí y me hacía daño, solté la taza, levanté la vista pero frente a mí no había nadie.
Debía regresar a casa, el guante oprimía mi mano y el dolor de la quemadura jugaba con mi desesperación.

viernes, enero 28, 2005

AUTÓMATA


Autómata
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Este es el cuadro elegido para nuestros primeros relatos.
Antes de que finalice el próximo mes de Febrero,los tendreis publicados y para entonces, esperamos contar con vuestras opiniones.

Vamos a empezar

Ayer, Teresa, me sugirió una idea que no tenía nada de desaprovechable y he pensado que no es bueno esperar, para llevar a cabo las buenas ideas.
Hoy comenzaremos un blog que tal vez no tenga fin, ya veremos, pero en cualquier caso, os diré que nuestro propósito es escribir sendos relatos por cada pintura del maestro Hooper.
Esta tarde decidiremos por cual empezamos y os lo comunicaremos rapidamente.
A el, seguro que ya le conoceis: Nació el 22 de Julio de 1882 en Nyack, New York, y estudió ilustración en una escuela de arte comercial durante un año. En 1901 decidió dedicarse a la pintura y estudió en New York School of Art hasta 1906. Hizo tres viajes a Europa entre 1906 y 1910.